A veces te miro con las manos
como miran los niños a las estrellas
tan lejos, tan inalcanzable.
(y se llena mi corazón de suspiros).
A veces te miro con ojos de pincel
como mira un maestro a una bandada de gaviotas
deleitándose con los surcos en el cielo
de sus cuerpos frágiles, graciosos, ajenos.
Y a veces, tarde de la noche, te miro
de la mejor forma que puede un hombre
mirar el retrato de la mujer amada...
con el corazón en las manos y un nudo en la garganta.
A.
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