Cada vez que suspiras
se escapa, se suelta una burbuja
de la mano del hada de los sueños
Y vuela y vuela
Y viaja y viaja
Y va a parar en el rincón dorado
de la vieja plaza
donde se trepan los mozalbetes
a declamar su amor eterno por las doncellas.
Se alimentan los amores perdidos
de esos suspiros azules
que se lanzan con el alma
Y mantienen así la esperanza
de ser de carne y hueso otra vez.
Que lo que fue
busca - como mendigo entre desperdicios-
un camino, un indicio
algo que le haga ser
lo que fue, como lo fue.
Y comienza todo su afan
con un simple suspirar.
A.
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