En la casa de las langostas
las ostras descansan temprano
y se pintan colores de sol caliente
antes de salir a buscar maridos instantáneos.
Son los amores desvariados (aquellos)
los que les advierten -ya cansados-
que las calles se marchitan
con el paso de los calamares asustados.
Ostras sin perla, langostas rojizas
Sol (siempre sol), calamares (de ocho en ocho)
se funden en un cocktail de rutina
hablando lenguas tartamudas.
Se extingue, se marchita
la marcha nupcial de ocho brazos
frente a rostros variopintos
que se lanzan a cazar fortunas.
Y es allá, al fondo a la derecha
en la casa de los crustáceos
donde las celestinas duermen de día
y maquillan con ingenuidad sus amores de segunda mano.
A.
No comments:
Post a Comment